martes, 17 de febrero de 2015

In crescendo

Estaba condenado al garrote vil desde que te conocí. 
Mi muerte fue un suicidio al que no me opuse, ni me resistí.

Yo quise seguir sintiendo escalofríos
que nada tenían que ver con la temperatura
Cada vez que te notaba lejos.

Yo elegí morirme de celos cuando el sol no dejó de rozar tu piel aquel verano,
Y de orgullo cuando tú le dejabas libre albedrío para cambiar tu color de piel.

Yo opté por ansiar tus palabras un ratito cada día,
Soportando la amargura de no ver pasar el tiempo, 
Cuya espera desespera.

Yo decidí observar tu persiana oxidada por la esperanza de verte bailar,
Cegándome ante la realidad de que estaba rota.

Yo sentencié vivir bajo la tormenta de nuestro imposible, 
Por el que solo luchaba yo.
A veces contra mí,
Otras veces contra el eco resonante de un adiós que negué oír.

Dilucidé entre vivir o morir,
Y hoy me enfrento a las tinieblas de la parca, 
Y a la luz de su guadaña.

Y esta cosecha la fui sembrando yo al seguir tus pasos,
Al dejarme conducir por el hilo de tu aroma,
Por tu piel diáfana...

Ha venido a buscarme la oportunidad,
Que es el olvido,
Y no sé si coger su mano o volver a pisar tus huellas.

Mi último suspiro acepta la ruina de la rutina,
Y suena en mi cabeza el estruendo de una melodía del Romanticismo in crescendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No es necesario decir todo lo que se piensa, lo que si es necesario es pensar todo lo que se dice.