martes, 13 de agosto de 2013

Adiós por segunda vez

¿Cómo cojones dejo de imaginarte saliendo de la ducha con el pelo mojado y con una sola toalla cubriendo tu cuerpo? Ayúdame porque no tengo ni idea de por dónde empezar. Ya hace dos meses que me abandonaste y sigo sin asimilarlo. Supongo que es normal, ¿no? Cuando miras un puzle y ves que falta una pieza, se nota su ausencia. Cada noche confundo a la soledad contigo y me peleo con ella porque se empeña en acaparar la sábana y dejarme descubierto y pasando frío. ¿No podrías volver y permitir que te dé un beso más? No quiero explicaciones de por qué te fuiste, no me interesan. Solo quiero que vengas, toques a la puerta de mi casa, me beses y acabemos en mi cama siendo conscientes de que esa será nuestra última muestra de amor. He estado pensando y planeando un robo. Sí. Tengo derecho. Tú me robaste el corazón y yo solo quiero robar un par de cosas de tu habitación y traerlas a mi casa para que me llames y me preguntes si te las dejaste aquí. Para que me llames. Para escucharte una vez más. Para saber de ti y para no tener que imaginarme tu voz. Para que vengas a recogerlas y yo pueda verte. Que no puedes irte, y menos sin más. Que yo te necesito pululando por mi pasillo. Que se me hacen infelices las mañanas si no te enfadas porque te despierto con cosquillas en la barriga...

lunes, 5 de agosto de 2013

Adiós

Se fue. Dejándome un sabor a desamor en los labios. Decidió rehacer las maletas que había deshecho en mi corazón hace unos meses y abandonarlo como si nada. Sin pensar que ella era la pieza que le faltaba a ese corazón para completarlo. Y la última imagen que permanece en mi recuerdo es la de su cuerpo en mi cama dándome la espalda. Esa espalda y sus lunares, queriendo imitar a la noche y sus estrellas... La misma espalda que pedía a gritos todas las noches que le besara hasta llegar a mi zona favorita. Sus nalgas. Las cuales me suplicaban unos mordiscos suaves y cariñosos, y unas caricias, y unas miradas de deseo. Se acaban de cumplir cinco minutos desde que abandonó mi casa para no volver nunca más. Ha venido a por su perfume favorito -que también es el mío- y a decirme que ya lo tiene todo, que ahora sí que se va de verdad. Nunca entenderé por qué utiliza perfume, si ella desprende la mejor fragancia que jamás podáis oler. Esa espalda ya no estaba desnuda, ni esas nalgas, y mucho menos ella se ha preparado un té rojo, puesto mi camisa azul cielo y tumbado en mi cama, como solía hacer. Esta vez ha permanecido vestida todo el tiempo, y su espalda pedía otros besos, y sus nalgas otros mordiscos, otras caricias y otras miradas, o tal vez otros ojos. Pero ella estaba igual. Igual de guapa, quiero decir. No ha cambiado nada. Ahora tal vez esté deshaciendo sus maletas en otro corazón o instalándose en otra cama, en otra vida. Siendo la pieza de otro puzle. Yo de momento mantengo la esperanza de que sus reconciliaciones con el dueño de ese posible "otro corazón" sean diferentes a las nuestras. Y también la razón por la que tenga que haber reconciliación. Y espero también que su manera de sonreír de buena mañana sea distinta. O que cambie de repertorio a la hora de cantar canciones bajo la ducha. Que yo jamás me cansé de escuchar las mismas una y otra vez, pero era un espectáculo que ella hacía para mí. Y solo para mí. A lo mejor no espero ni creo que nada de esto pase, y solo son mis ganas... El caso es que se fue y ha dejado impregnado en mí un olor a "adiós". Al adiós que nunca le pude decir.