lunes, 12 de mayo de 2014

Rutina

Abres los ojos porque hasta el sueño te ha abandonado y la inercia te lleva a estirar el brazo buscando a alguien que llene el hueco de su ausencia en el lado izquierdo de la cama, sin éxito; como cada mañana. Exhalas el aire que mantenía tu esperanza, a modo de suspiro. La culpabilidad y la nostalgia se convierten en plomo sobre tus párpados y tus ojos se vuelven a cerrar. 
La rutina te obliga a levantarte y ponerte la camisa azul y los pantalones chinos. Un poco de agua que ordene la guerra civil de tu cabello y un café que deja su marca en un periódico del día anterior al levantar la taza.
Si solo fuera el café lo que deja marca... ¿Verdad?
Bajas por el ascensor y se para en el piso de abajo, a petición de la hija de tus vecinos que sube preparada para ir al instituto, buscas un poco de simpatía, le sonríes y te quedas observando su reflejo adolescente en el espejo, que te traslada al primer día que te fugaste, que la conociste, que te conociste, que perdiste la cabeza. Lo primero que te impactó fue cómo la sentías con tus dedos al tocarla. Se fue antes si quiera de que pudieras verla, y con solo un día te sentiste enganchado a ella, a su olor que nadie percibía, a su sabor, al efecto que tenía en ti...

-"¿Qué miras?"

Vuelves al mundo real y pasas a mirarte a ti, que ahora vistes de traje para poder pagar el alquiler de ese piso en el que tantas veces la habías visto bailar.

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