jueves, 2 de junio de 2011

Mi querido Bibo

Hoy es sábado, y como el resto de los fines de semana pronto me convertiré en inmigrante. Se me olvidaba! Mi nombre es Bibo, soy un bichobola. Ahora son las tres de la tarde, así que los niños no tardarán en llegar. Mi vida no es diferente a la del resto de los bichobolas con los que me encuentro algunos sábados, viernes, domingos e incluso algún día entre semana. Hay veces que vivo una semana entre las mismas ramas, si me escondo bien entre la tierra, algo que es muy difícil, ya que mi caparazón ha ido creciendo y estoy gordo, pero por eso también dejan de cogerme. Perdí a mi madre cuando yo era un recién nacido. Llegué a la conclusión de que me raptaron, mejor dicho, me transportaron, porque los bichobolas pequeños hacen más gracia o dan menos asco. Antes, cuando era un bebé del tamaño de la mitad de una lenteja, era una inmigración constante, todos los días al menos dos veces me metían en una caja con minúsculos agujeros en la tapa, de la que, después de dos largas horas, al fin conseguía salir, escuchando las siguientes palabras antes de ello: "Vamos, tira a los pobres bichejos, quieren estar con sus papás y sus mamás...". Esa frase nunca variaba. Lo que ellos no sabían era que jamás volvería a toparme con mi madre, o por lo menos eso creía yo. Bueno, de momento sigo estando en lo cierto, quién sabe si estará muerta o en una caja ahora mismo, quizá está ahora mismo pasando ante mis ojos, pero yo no la reconocería seguramente. Te acabas acostumbrando a esta vida. Aprendes a esquivar las pisadas de los gigantes, e incluso a hacerte el muerto si eres un profesional.
Recuerdo una vez, cuando yo tenía por los tres años, que conocí a Babi, qué preciosas eran las líneas marrón tierra que cubrían su caparazón de color grisáceo! Y sus pequeños ojos, aquellos que me miraban y me hacían ponerme en bola cada vez que lo hacían, quizá de la vergüenza. No duró mucho nuestra pequeña historia de amor, solo seis días, los suficientes para demostrarle lo mucho que le quería yo, y viceversa. Hoy todavía vivo con la esperanza de encontrarme con ella algún día, o con mi madre. De mi padre nunca supe nada. He oído hablar de un hombre fuerte que llevaba mi apellido, y que luchó cuanto pudo por salvar a los bichobolas. Quizá era él, pero no lo sabía con certeza.
Mi vida es difícil, noto cómo cada día me va afectando más. Noto como la vejez va corriendo por mis huesos, noto como poco a poco los niños me van tocando cada vez menos. Y ya no sé si eso me alegra o no... Ya me he acostumbrado a estar solo, pero aún así, mi vida sigue siendo difícil. Quizá una tarántula, a lo mejor un pájaro, puede que un niño sin querer, me coman, o tal vez desaparezca de un brusco un pisotón. Ya no me importa nada, solo seguir con ese hobby que tengo desde muy pequeño, que es leer hasta el fin de mis días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No es necesario decir todo lo que se piensa, lo que si es necesario es pensar todo lo que se dice.